domingo, 1 de noviembre de 2020

5. LLEGADA DE NATALIA AL CAIRO, PIRÁMIDES Y CAMELLOS


Jueves 10 de diciembre 2009
LLEGA NATALIA A EL CAIRO

A las 10pm, después de la cena donde los amigos de Mateo: Ryan y Esther, fuimos al aeropuerto a recoger a Natalia.  Era una perfecta gringa, muy asediada entre los miembros del aeropuerto, todos querían servirla; cientos de túnicas y turbantes por todas partes. Natalia llegó al moderno terminal 2.

Viernes, 11 de diciembre 2009

LAS PIRÁMIDES DE GIZEH

Hani (por todas partes se escuchaba en Egipto este nombre), un compañero del trabajo de Mateo, con su familia egipcia - sus dos hijos de aproximadamente cinco y siete años, muy tranquilos y simpáticos y su esposa Heva - nos invitaron a visitar las pirámides; Hani quiso pagarnos todos los gastos, desde el taxi ida y vuelta y, para colmo de su gentileza, Heva había preparado  snacks para todos. Todos subimos a los camellos, Natalia y yo montamos en uno solo; daba pánico, tanto por su altura como porque no teníamos prácticamente de dónde sujetarnos y, si por casualidad al camello se le ocurría agacharse para comer algo del camino era muy difícil mantener el equilibrio; pero valió la pena la experiencia, no me la hubiera perdido por nada en este mundo (de ese mundo).


  Merendando con Mateo, Martha y  la familia de Hani


Con Burka y celular de última generación




La familia de Hani, nosotros, el camello y Keops atrás




Hasta la fecha, la experiencia más emocionante en mi vida ha sido entrar a la Pirámide de Keops, la más grande del grupo de las pirámides de Gizeh. Es impresionante subir hasta la parte interior con una altura aproximada de 230 m. Al comienzo entramos por un hueco abierto en uno de los lados de la pirámide; no es una puerta, no es un ingreso oficial, es una abertura abierta aparentemente a combazos. Al ingresar hay un sendero acondicionado muy rústicamente. En general, todo el área arqueológica está muy descuidada. Ingresamos y, al levantar la mirada hacia arriba vemos una altura impresionante rematada por unas piedras planas enormes. Todo está oscuro, podemos visibilizar el interior gracias a unos tubos fluorescentes muy deteriorados colocados en el suelo a los extremos de la senda por donde avanzamos; es una senda de tierra y unas tablas superpuestas. Han acondicionado una especie de baranda de madera a los lados. Tanto a la derecha como a la  izquierda, vamos viendo otros ingresos clausurados mediante rejas de fierro; son galerías subterráneas que hasta la fecha no estaban probablemente exploradas ni adecuadas para poder abrirlas al visitante.

                                     
                                     INGRESANDO A LA PIRÁMIDE DE KEOPS


 Ingresando a la pirámide, donde se aprecia gran altura que culmina en grandes losas apoyadas horizontalmente a manera de dólmenes. La iluminación (artificial) sólo se logra por medio de algunos tubos fluorescentes colocados sobre el piso.


El camino va cambiando a medida que avanzamos dentro de la pirámide, de pronto se transforma en un túnel largo, angosto y cuyo techo está muy bajo lo que obliga a caminar agachado.


Pero el camino vuelve a cambiar, otra vez techos más altos, hasta llegar a la parte final donde encontramos la Cámara del Faraón, un cuarto algo grande, cuadrado, techado con grandes losas de piedra alargadas; al centro se encuentra el sarcófago de piedra vacío. Un visitante sentado en una esquina en postura de yoga, meditando; aparentemente un lugar muy apropiado para esa práctica. Apenas está iluminado este recinto, es difícil tomarle fotos (por cierto, decomisaron las cámaras fotográficas al ingresar, pero me las ingenié para conservar la mía con las que tomamos estas).
No recomendaría entrar a este recinto a una persona que sufra del corazón o de claustrofobia; aparte de la poca luz, tampoco circula aire;  pude observar un viejo ventilador en forma cuadrada incrustado en una de las paredes,  felizmente funcionaba.




El sarcófago de piedra, donde enterraron al Faraón Tutankamon 


Descendimos y  luego del largo recorrido  salimos de la pirámide y fuimos caminando al lugar donde se encuentra la Esfinge, un león con cabeza humana a la que le falta un trozo de la nariz; verla causa impresión, era la guardiana del ingreso a la tumba.
Algo que me llamó la atención es la cantidad de vendedores de souvenirs y, especialmente, niños que andan por allí ofreciéndose a tomarle las fotos a los turistas; niños que han aprendido todos los idiomas del mundo al parecer, ya que nos hablaban tanto en inglés como en español. Una niña muy menudita, de unos ocho años, se ofreció a  fotografiarnos, ella sabía todos los trucos y posiciones para tomar "la foto"; nos indicó cómo y dónde pararnos y la posición de nuestras manos; al final, en la foto daba la impresión de que estábamos tomándole la barbilla a la esfinge.
En los alrededores hay muchas otras pirámides menores, que eran para los familiares del faraón, con sus templos semidestruidos a la entrada de estos. 
La jornada termina a la 5.00pm y comenzó el viento fuerte, típico del desierto. En todo momento estuvimos acompañados por un pariente de Hani, este nos cuidaba, protegía, nos esperaba y transportaba, puesto que, mientras estábamos en la pirámide,  la familia de Hani se había retirado a su casa para prepararnos la cena.



La Esfinge, guardiana de la pirámide









A las 5 pm comenzó el viento fuerte, muy típico del desierto



Restos de templos y pirámides por todos lados



Un sarcófago de piedra en medio del camino



Pórtico de ingreso a alguna pirámide destruida




Llegamos a la casa de Hani y familia, quienes nos recibieron con mucha calidez; primero nos entregaron a cada uno una toalla para lavarnos y quitarnos la arena de encima; al rato, Heva nos obsequia a Natalia, Martha y a mí, unos collares de piedrecillas que ella acababa de confeccionar; pero lo increíble fue que a cada una nos la dio de acuerdo al color de nuestra vestimenta, ella nos había estudiado a cada una, muy detallista y gentil.


Martha (con su collar de piedrecillas verdes y caqui) con Heva y uno de los niños


LA CENA EGIPCIA
Enseguida nos sirvieron una suculenta cena, unos diez diferentes platos que Heva traía constantemente; arroz, quesos, panes, carnes de varios tipos, todo al estilo egipcio. Yo no sabía cuánto servirme de cada uno pues quería probar todos, no despreciar ninguno pero tampoco embotarme. Todos los platos deliciosos.
Una vez que nos levantamos de la mesa, nos hicieron sentar en una pequeña salita y nos invitaron arroz con leche, muy a su estilo y parecido al nuestro, rico por cierto. Nosotros estábamos sumamente satisfechos; a mí no me entraba ya ni un grano de arroz, me sentía explotar y sin embargo, al rato nos traen un batido de plátano, delicioso pero yo reventaba, no podía más y comencé a sentirme desesperada, cansada, llena y con ganas de salir corriendo, llegar a la casa de Mateo y tumbarme a la cama después de tanta comida y de un día maravillosamente agotador. Era ya muy tarde, tal vez las 11 pm. Yo le insinuaba a Mateo que nos retiremos pero Heva no terminaba de ofrecernos una cosa tras otra y Mateo no se atrevía a despreciar sus atenciones por supuesto y yo sufría, no podía más.

Finalmente, nos despidieron con mucho cariño, repitiendo constantemente que habían sido muy felices de habernos dedicado el día entero.
Nunca olvidaré a esa hermosa familia  egipcia y me encantaría volver a verlos algún día y poder devolverles todas sus atenciones.





IR A LA ENTRADA 6






































No hay comentarios.:

Publicar un comentario